Antes del crepúsculo, al amanecer.
Se aproxima el momento en que la dicha consista
En desvestir de piel a los cuerpos humanos,
En que el celeste ojo victorioso
Vea sólo a la tierra como sangre que gira.
Vicente Aleixandre
Ausencias como la nuestra,
En la belleza de una isla,
A contratiempo, a contracorazón,
Un salto al vacío nunca consumado.
El amor es una epidemia de los espejos,
Una palabra clave para acceder al otro lado.
Este mármol le vendrá muy bien a la lápida de otro,
Va a salir mi tren y yo voy a enterrar en el cenicero
Mi as de corazones y tu retrato.
Lo más importante es navegar.
Nadie regresa del amor.
Es el día más desapacible del invierno, hay que aprovechar
Que apenas haya nadie por las calles,
Despedirse hasta mañana o hasta luego en tu portal,
Desearte suerte y desear volver a verte aunque la ciudad se nos trague después,
Apetito cruel de la máquina de estropear cuentos de dragones y princesas.
Este abismo, este acabamiento,
Se parece al amor,
Se parece a la soledad.
Raro es el momento en que se detiene;
Sucede poco, permanece poco o nada,
Está siempre en todas partes,
En casi todas partes,
Encadenado al mundo
Como tú y como yo,
Sabe que nadie espera que regrese,
Que nadie sabe por qué sonríe.
Un instante antes de decir tu nombre
Me despierto
Y busco entre las sábanas un aliento, un resto de fuerza
Que me arranque de la cama.
En este momento termina el día y empieza una pesadilla,
Tomo otro café y te dejo de buscar, me despido del sol, cierro ventanas y balcones,
Me quedo a solas con el invierno, aquí dentro.
Soy el ángel que me sobrevive, que me sobresueña.
Sin mí estoy perdido, así que quiéreme mucho
O déjame en paz.
Yo, que he sido un río tranquilo, soy una montaña y ahora un árbol,
soy un lago que duerme en el fondo de mis ojos.
Puedo vivir sin ti,
no he vuelto a tu cama para echarte de menos ahora.